Necesito dar unos cientos de puñetazos o no respondo.
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Aparcó la moto cerca del bulevar marítimo y bajó las escaleras que la conducían a la Clínica. Pórtate bien. Eva abrió la boca, sorprendida, y la volvió a cerrar. Eva se encogió sin querer. Algo había habido, solo que no iba a confesarlo. Seguramente pensaba pagar y largarse.
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Desde luego que no. No me entretengas demasiado. De que, empero son los años de. En fin, mejor no indagar demasiado. Le contaré que se ha escapado o algo por el estilo. Apenas cuarenta minutos después, Rubén hizo su entrada victorioso con chismes sabrosos recién salidos del horno.
Ella bufó con los puños apretados y luchó por recuperarla sin lograrlo. No me he colado, graciosillo, trabajo aquí, para que lo sepa. Eva arqueó las cejas. Y que quiere debutar a disfrutar la velocidad y hacerlo de misterio total con ellos ahora sabes esto. La mujer, elegante y de unos sesenta años, asistente eficaz, heredada del anterior supervisor en la empresa, dejó ir una suave carcajada. Y antes de que se me olvide, en aparte de un mes se celebra el rastrillo benéfico, dales gala de esa carísima que ya no te pones para venderla, seguro que sacan un dineral. Se acabó la tranquilidad, creo que vienen a buscarte.
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